El retorno a Chile de los padres jesuitas a mediados del siglo XIX junto a la apertura del Colegio de San Ignacio en el año 1856, marcaron un hito dentro de la historia religiosa y educativa de la ciudad de Santiago.
El 15 de diciembre de 1867 se colocó la primera piedra de la Iglesia de San Ignacio de los Padres Jesuitas, aledaña al colegio del mismo nombre. Años más tarde, del 17 de noviembre de 1872 fue bendecida por el Obispo de Kansas City, Juan Bautista Meige S. J., quien estaba de paso en Chile.
La edificación fue diseñada y construida por el arquitecto italiano Eusebio Chelli, con un estilo neoclásico-renacentista. Sobre la puerta principal de entrada se inscribe en latín “HAEC EST DOMUS DEI ET PORTA COELI“: “Esta es la casa de Dios y la puerta del cielo”.
Las dos torres que la coronan fueron proyectadas y construidas por el arquitecto francés Eugenio Joannon Crozier, las que se edificaron entre los años 1899 y 1900, con una altura de 47 metros y 20 toneladas de peso cada una. La torre oriente posee un reloj de cuatro esferas fabricado en Bilbao- España, que fue instalado en 1901. Mientras que la torre poniente posee tres campanas manuales, dos de ellas se confeccionaron con la fundición de una antigua campana de la desaparecida Iglesia de la Compañía a raíz del incendio de 1863 en el día de la Inmaculada Concepción; la que se ubicaba en los actuales jardines de Congreso Nacional de Santiago, y que dio el nombre a la calle Compañía de Jesús.
Santa Teresa de los Andes en su tiempo de juventud acudía diariamente a este recinto, donde escuchaba las Misas y acudía en búsqueda de la orientación espiritual de los religiosos jesuitas en su camino vocacional. La primera Santa chilena es recordada en este recinto con un altar dedicado a su memoria a la entrada del edificio.
San Alberto Hurtado S. J., como ignaciano y religioso jesuita, gran parte de su formación está estrechamente vinculada a este lugar, oficiando misa y confesando diariamente a los fieles que a diario asistían en busca del consuelo espiritual. Dentro de la Iglesia está presente su memoria en una pequeña reliquia del santo, el confesionario que usaba y la pintura con su imagen, obra del artista Claudio Di Girólamo.
Este recinto, el Templo Mayor de la Compañía de Jesús en Chile, fue declarado Monumento Histórico en el año 2002, por el alto valor artístico y espiritual que guarda dentro de sus muros, donde se pueden observar valiosas pinturas de artistas italianos y chilenos, que muestran el carisma ignaciano y la enseñanza de la fe mediante el ejemplo de notables santos y beatos de esta orden religiosa.